SANGRE DE MÁRTIRES, SEMILLA DE CRISTIANOS



San Justino, mártir


1 de junio

Justino nació en Naplusa, de Palestina, a principios del año 100. Estudió filosofía con gran interés por la verdad. Un anciano judío, llamado Trifón, le aconsejó buscar en la Biblia la verdad que anhelaba.

Empezando por el Antiguo Testamento, pasó a conocer los libros recién escritos del Nuevo Testamento, y hacia el año 130 se convirtió a Cristo. Las enseñanzas de Jesús eran para él la luz que colmaba su sed de verdad.

De la búsqueda ansiosa en la oscuridad de las filosofías, Justino se encontró con la Palabra de vida que lo mantuvo siempre en el seguimiento gozoso de Cristo camino, verdad, y vida.

De gran filósofo pasó a ser también gran teólogo. Creó su escuela de filosofía en Roma, que le servía de plataforma para convertir a la fe cristiana a sus alumnos.

Pero no era bien visto por los filósofos paganos, porque la cátedra de Justino era preferida por muchos alumnos. El filósofo Crescencio el Cínico armó un complot contra Justino, lo denunció y fue arrestado por el prefecto Rústico junto con seis de sus alumnos.

A la pregunta de Rústico: “¿Supones que vas a subir al cielo para recibir el premio?”, Justino responde: “No lo supongo; estoy seguro… Nuestro deseo es llegar a la salvación a través de los tormentos sufridos por causa de nuestro Señor Jesucristo”. A los jueces les advertía que si se poda la viña, era para que produjera más frutos.

El breve proceso se cerró con un golpe de espada hacia el 165. La muerte de Justino y sus compañeros hicieron florecer la Iglesia, como él había predicho: “Por la causa de Cristo nos haremos más numerosos todavía”.

p.j.