Santa Clara, virgen
11 agosto
Nace en el 1193, en Asís, Italia. Es rica, bella, hija de un conde. Tiene once años cuando su paisano Francisco deja la casa y la herencia paterna para consagrarse a Cristo en pobreza, castidad y obediencia. Pero ya admira y quiere seguir a Francisco.
A los 18 años abandona el palacio de sus padres y se presenta en la iglesia de Santa María de los Ángeles, donde la espera Francisco y varios frailes seguidores suyos que, como ella, han creído que hay mayor felicidad en la pobreza que en la riqueza.
El Pobrecillo le corta la hermosa cabellera y le viste el sayal franciscano. Y así queda convertida en la primera “pobre dama”. Era el 18 de marzo de 1212.
Clara contagia la vocación a su hermana Inés y a otras dieciséis jóvenes más, y con ellas comienza la primera comunidad de clarisas, llamadas “pobres damas”. Clara visita los hospitales, sale a pedir limosna, y en el convento realiza las más humildes labores. Es modelo en todo. Y corren sus años con una vida admirable.
Al fin se enferma, el verano de 1253, estando ella a la espera de la muerte, la visita el mismo Papa Inocencio IV y la bendice. El 11 de agosto del mismo año, mientras sus monjas la rodean en silencio, pasa a la patria eterna diciendo: “Oh, Señor, te alabo y te glorifico por haberme creado”.
En una carta a Inés de Praga, escribe: “Dichoso en verdad aquel a quien le es dado alimentarse en el sagrado banquete y unirse en lo más íntimo de su corazón a Aquel a quien admiran sin cesar las multitudes celestiales”.
Su biógrafo Tomás Celano dice: “Clara por su nombre; más clara por su vida; clarísima por su muerte”. Fue canonizada a sólo dos años de su muerte, por Alejandro IV.
Nace en el 1193, en Asís, Italia. Es rica, bella, hija de un conde. Tiene once años cuando su paisano Francisco deja la casa y la herencia paterna para consagrarse a Cristo en pobreza, castidad y obediencia. Pero ya admira y quiere seguir a Francisco.
A los 18 años abandona el palacio de sus padres y se presenta en la iglesia de Santa María de los Ángeles, donde la espera Francisco y varios frailes seguidores suyos que, como ella, han creído que hay mayor felicidad en la pobreza que en la riqueza.
El Pobrecillo le corta la hermosa cabellera y le viste el sayal franciscano. Y así queda convertida en la primera “pobre dama”. Era el 18 de marzo de 1212.
Clara contagia la vocación a su hermana Inés y a otras dieciséis jóvenes más, y con ellas comienza la primera comunidad de clarisas, llamadas “pobres damas”. Clara visita los hospitales, sale a pedir limosna, y en el convento realiza las más humildes labores. Es modelo en todo. Y corren sus años con una vida admirable.
Al fin se enferma, el verano de 1253, estando ella a la espera de la muerte, la visita el mismo Papa Inocencio IV y la bendice. El 11 de agosto del mismo año, mientras sus monjas la rodean en silencio, pasa a la patria eterna diciendo: “Oh, Señor, te alabo y te glorifico por haberme creado”.
En una carta a Inés de Praga, escribe: “Dichoso en verdad aquel a quien le es dado alimentarse en el sagrado banquete y unirse en lo más íntimo de su corazón a Aquel a quien admiran sin cesar las multitudes celestiales”.
Su biógrafo Tomás Celano dice: “Clara por su nombre; más clara por su vida; clarísima por su muerte”. Fue canonizada a sólo dos años de su muerte, por Alejandro IV.
p.j.