Domingo 11° durante el año- B/2012
LECTURAS
Jesús dijo a la gente: -
Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la
tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y
crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto por sí misma: primero la
hierba, luego la espiga, y por último la espiga se llena de granos. Y cuando el
grano está  maduro, se le aplica la hoz,
pues ha llegado el tiempo de la
 siega. Jesús  les dijo también: - ¿A qué se parece el Reino
de Dios? ¿Con qué comparación lo podríamos expresar? Es semejante a una semilla
de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan
en la tierra, pero una vez sembrada, crece y crece más que todas las plantas
del huerto, y sus ramas se hacen tan
grandes, que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra. Mc. 4, 26-34
Ezequiel,
17, 22-24
Esto dice Yavé: Yo mismo sacaré del cedro
una rama y la plantaré en una montaña alta y segura. La plantaré en una alta
montaña de Israel, se  desarrollará, dará
frutos y se convertirá en un cedro magnífico; bajo él descansarán  aves de todas las especies, se cobijarán a la
sombra de sus ramas. Todos los árboles del campo sabrán entonces que yo soy
Yavé: yo rebajo al árbol que se eleva y levanto al árbol humillado; seco al
árbol verde y hago florecer al árbol seco; yo, Yavé, lo dije y lo
haré." 
2Cor
5, 6-10
Así, pues, nos sentimos seguros en cualquier
circunstancia. Sabemos que vivir en el cuerpo es estar de viaje, lejos del
Señor; es el tiempo de la fe, no de la visión.   Por  eso nos viene incluso el
deseo de salir de este cuerpo para ir a vivir con el Señor. Pero al final, sea
que conservemos esta casa o la perdamos, lo que nos importa es agradar al
Señor. Pues todos hemos de  comparecer
ante el tribunal de  Cristo, para recibir
cada uno lo que ha merecido en la vida presente por sus obras buenas o  malas.
 

