Quien acoge a uno de éstos, a mí me acoge



¿SERVICIO o AMBICIÓN

Domingo 25º  durante el año -B /  23-09- 2012

Marcos 9, 30-37
 
Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y a los tres días de su muerte, resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, Jesús les preguntó: «¿De qué hablaban durante el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, los y les dijo: «El que quiera ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos». Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no me recibe a mí, sino a aquél que me ha enviado».  


comentarios

Marcos 9,30-37

Jesús repite a sus discípulos el anuncio de su pasión y de su resurrección. Y mientras Él anuncia sufrimientos –con la certeza de que van de ser coronados por la resurrección-, ellos se debaten en una vergonzosa contienda por los primeros puestos en el soñado reino terreno del Mesías.
La cruz – todo sufrimiento, enfermedad, desgracia, agonía y muerte asociados a la cruz de Cristo - es el único pase valedero para la resurrección y la gloria, y la única manera de triunfar sobre el dolor y la muerte, a imitación suya. Sólo esta esperanza hace soportables y llevaderas nuestras cruces –pequeñas y grandes- de cada día, de toda la vida y de la misma muerte.
Sigue siendo arduo llevar la cruz detrás de Cristo para llegar con él a la resurrección y a la gloria eterna, pues el poder, la ambición y el disfrute están arraigados de tal manera en el hombre, que desearía pasar a la resurrección y a la gloria saltándose la cruz.
Con esa actitud se corre el grave riesgo de hacerse una religión a propio gusto, de apariencias y cumplimiento externo –¡fatal autoengaño!- evadiendo el encuentro real y amoroso con Cristo crucificado y resucitado presente, el único que puede dar valor salvífico a nuestra vida, a nuestras cruces y alegrías, e incluso nuestra muerte.
La cruz del servicio a Dios y al prójimo se convierte en cruz pascual, porque Cristo resucitado nos la alivia al cargarla con nosotros durante la etapa del Calvario, hacia la meta de la resurrección y de la gloria. “Los sufrimientos de este mundo no tienen comparación con el peso de gloria que nos espera”, nos anima  san Pablo.
Sin embargo, quizás nos evadimos una y mil veces del servicio generoso y de la renuncia a lo que nos hace "enemigos de la cruz de Cristo", como si la cruz fuera causa de infelicidad, y no causa de resurrección y felicidad eternas, como lo fue para Jesús.
Pero es admirable ver cómo Jesús, ante las ambiciones y ceguera de los discípulos,  no se pone a reprenderlos con enojo, sino que se sienta y los instruye de nuevo con infinita paciencia, esperando que entiendan de una vez. ¡Buen ejemplo para pastores, catequistas y padres!
A los discípulos de entonces y de hoy Jesús les propone como modelo a un niño. Los niños no tienen pretensiones de dominio y grandeza. Están abiertos a todos, sin malicia ni ambición posesiva; son sencillos, pacíficos, felices. No se imponen. Viven y sufren al estilo de Cristo: como mansos corderitos. Pero ¡ay de quienes los hacen sufrir! Dios saldrá en defensa de ellos frente a sus verdugos, a quienes devolverá con creces los sufrimientos infligidos a inocentes.
Lo que nos hace grandes y nos merece los primeros puestos en el reino de Jesús, no es dominar y ser ricos, sino servir a los más pequeños, a los que sufren, a los pobres y marginados que no pueden pagar el servicio. Porque todo lo que se hace con ellos, con Cristo mismo se hace, y paga con creces el amor servicial. “Estuve necesitado y ustedes me socorrieron: vengan, benditos de mi Padre a poseer el reino preparado para ustedes”.
de la LETRA a la VIDA
Evangelio
¿Estoy convencido/a de que no puedo llegar a la resurrección y a la gloria eterna sin asociar mis cruces a la cruz “pascual” de Cristo, por mi salvación y de la de muchos otros, empezando por casa?
¿Creo y vivo la consigna de Jesús: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré”?
*  ¿Me he inventado una religión a mi manera, a partir de mis intereses y ambiciones, ajena a Cristo y a su Evangelio?
¿Me encanta sentirme niño/a en los brazos de Jesús?
p.j.a.
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