ENTONCES TODOS VERÁN LA SALVACIÓN DE DIOS


"Levanten los ojos, pues se acerca la salvación de ustedes".

TODOS  LO VEREMOS

Domingo 2º adviento-C / 09-12-2012

Lucas 3, 1-6
Era el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo en Iturea y Traconítide, y Lisanias en Abilene; Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes. En este tiempo la palabra de Dios le fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados. Esto ya estaba escrito en el libro del profeta Isaías: “Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. Todo mortal entonces verá la salvación de Dios”.


La predicación de Juan Bautista, precursor y anunciador del Mesías, se realiza en situaciones políticas, sociales y religiosas bien concretas, donde abunda la hipocresía, la corrupción, la opresión, la explotación, la manipulación, con el consiguiente sufrimiento para el pueblo sencillo y pobre. Y hasta hoy la historia se repite.
Las denuncias de Juan son de candente actualidad. La Palabra de Dios sigue iluminando y cuestionando la historia, la vida social, política, religiosa, familiar e individual. Y llama a la conversión a todos los que se creen con derecho a gozar y enriquecerse a costa del sufrimiento y de la miseria de sus hermanos, empezando por la familia y alcanzando a toda la humanidad.

La noticia de que el Mesías está para entrar en la historia, es una buena nueva esperada, deseada por quienes sufren; pero a la vez indeseada, temida y rechazada por quienes gozan a costa del sufrimiento ajeno, pues el Mesías liberador y salvador viene a dar la cara por los pobres y a ponerse, con todo su poder y su amor, al lado de los que sufren injusticia.
Los que tienen la autoridad y del dinero, -individuos, grupos o naciones-, imponen leyes y costumbres que les favorecen a ellos a costa de los más débiles, y a la vez se presentan cínicamente como bienhechores.
También en lo religioso se dan leyes, ritos, cumplimientos que no raramente sirven de pretexto para encubrir la dureza de un corazón que rechaza a Cristo, que se identifica con los que sufren: “Todo lo que hagan a uno de éstos, a mí me lo hacen”.
Cristo Jesús, vivo y presente en nuestra vida, y en la historia, es el objetivo y el centro de la Buena Nueva del Adviento y de la Navidad. Él nos pide modelar sobre su ejemplo nuestra existencia humana y cristiana de cada día, tanto en la alegría como en el sufrimiento, en el trabajo, en la lucha y en la fiesta.
Pero es necesario leer, escuchar, asimilar y vivir la Palabra de Dios en momentos concretos de silencio y oración.
En esos espacios Dios nos da la posibilidad de encontrarnos personalmente con la Palabra Vivala Palabra Persona, el Verbo hecho carne, Cristo Jesús, el Dios-con-nosotros de cada día. Desde esa experiencia sentiremos la necesidad y el gozo de volvernos hacia el prójimo que sufre, empezando por casa... Entonces sí estaremos entre los que “verán la salvación de Dios”.
El Adviento se hace realidad en doble sentido: “¡Ven, Señor Jesús!” y ¡Voy, Señor Jesús! Él está esperando a la puerta y llama, con gran deseo de entrar para hacerte feliz de verdad.
p.j.á.

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