MANTÉNGANSE FIRMES EN LA FE Y SE SALVARÁN
Domingo 33º ddurante el año – C / 17-11-
2013
Evangelio Lucas 21, 5-19
Como
algunos estaban hablando del Templo, con sus hermosas piedras y los adornos que
le habían sido regalados, Jesús les dijo: "Mírenlo bien, porque llegarán
días en que todo eso será arrasado y no quedará piedra sobre piedra. Estén
sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán:
‘Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca’. No los sigan. No se asusten si oyen
hablar de guerras y catástrofes, porque estas cosas tienen que ocurrir primero,
pero el fin no llegará tan de inmediato. Se levantará una nación contra otra y
un reino contra otro. Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en diversos
lugares. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el
cielo. Pero antes de que eso ocurra, los
tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales
judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y
gobernadores por causa de mi nombre, y esa será para ustedes la oportunidad de
dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces
por su defensa. Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus
opositores podrá resistir ni contradecirles. Ustedes serán entregados por sus
padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados.
Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su
cabeza se perderá. Manténganse firmes y
se salvarán.
Jesús asocia la destrucción de Jerusalén
y su templo, en el año 70, al fin aterrador de este mundo y de una humanidad
corrompida, que vive de espaldas a Dios y se va autodestruyendo.
Pero el centro del mensaje de Jesús no es
el terrible fin del mundo y de la humanidad, sino la exhortación a la
vigilancia confiada y permanente, y el anuncio de su venida gloriosa para
salvar a quienes lo hayan imitado haciendo el bien durante su vida.
Jesús no responde a la pregunta sobre el
cuándo será el fin del mundo, sino más bien sobre cómo será y cómo prepararse a
recibir al Salvador que vendrá en su gloria entre las nubes del cielo.
Para Jesús las catástrofes finales no son
más que el marco dentro del cual él realizará la liberación y la salvación para
quienes han pasado por esta vida haciendo el bien, a imitación suya.
Jesús nos advierte que no nos dejemos
engañar por aquellos que se presentan como enviados por Cristo o como si fueran
ellos el Cristo, y sólo anuncian catástrofes y fijan falsas fechas para el fin
del mundo; todo eso lo hacen para ganar prosélitos y dinero.
No podemos
seguirlos, puesto que no están con Cristo, el cual nos trae un claro mensaje de
vigilancia, de perdón, de amor, de esperanza, de salvación, de resurrección y
de vida gloriosa eterna.
Jesús afirma que la fecha del fin del
mundo sólo el Padre la conoce. Pero a los que con Cristo trabajan en construir
un mundo mejor, él les asegura que ni un solo cabello les será tocado
sin consentimiento del Padre.
La gran multitud de humanos corruptos,
seducidos por el placer, el poder y el dinero -los tres ídolos de la cultura de
la muerte-, se han separado de la fuente de la vida, de la salvación y de la
felicidad eterna a que aspira toda persona. Esa fuente es el Dios del Amor, de
la Misericordia, de la Vida y de toda felicidad.
Los sufrimientos de los seguidores de
Jesús son más bien ocasiones para imitarlo y llevar con él la cruz de cada día,
camino de la resurrección y de la gloria eterna.
Supliquemos su ayuda: Señor, “que cuando
llegue el dolor, que yo sé que llegará, no se me enturbie el amor ni se me
nuble la paz”. “A tus manos encomiendo mi
vida: confío en ti, y tú me cuidarás” (Salmo 31, 6).
P.J.A.
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