SE PUSO A CAMINAR CON ELLOS


       Lo reconocieron al partir el pan      





Lucas  24, 13-35                                                                       Domingo 3º de
PASCUA
4 de mayo 2014

Dos discípulos de Jesús iban camino de Emaús comentando lo que había sucedido en Jerusalén. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos. Pero no se daban cuenta de que era Jesús. Él les preguntó: ¿Qué vienen comentando por el camino? Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: - ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días! Jesús les dijo: ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era acaso necesario que el Mesías soportara todos esos sufrimientos para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y continuando por todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que a él se refería. Cuando llegaron cerca del pueblo donde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron:  Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición. Luego se lo partió y se lo dio. Entonces los discípulos lo reconocieron. Pero Jesús desapareció de su vista. Y se decían: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y regresando al momento a Jerusalén, contaron lo que les había ocurrido por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

A los discípulos, ya antes de la resurrección, les costaba creer en Jesús. Tomás no creyó hasta tocar a Cristo resucitado; y los discípulos de Emaús no lo reconocieron mientras caminaba y hablaba con ellos, hasta que les partió y dio el pan, como en la Última Cena. Pedro y Juan creyeron sólo cuando vieron el sepulcro vacío, y María Magdalena creyó cuando Jesús la llamó por su nombre. San Juan y san Pedro creyeron al ver el sepulcro vacío, sin señal alguna de violencia.
¿Y nosotros? También nos resulta fácil creer en la resurrección de Jesús como hecho histórico. Lo mismo nos sucede respecto de nuestra resurrección. Necesitamos cultivar más la fe y el amor para con el Señor Resucitado, presente, hermano y compañero permanente de camino hacia la vida eterna. 

El “Amigo que nunca falla”, camina con nosotros, y nos lo asegura Él mismo con palabras infalibles: ”Estoy con ustedes todos los días” (Mt 28, 20). 
Sería muy triste no dirigirle la palabra ni escucharlo como persona. ¡Qué duros de entendimiento y de corazón para creer al Evangelio, donde nos habla el mismo Jesús resucitado en persona! 

Jesús Resucitado (no sólo el hecho de la Resurrección) es el fundamento único y esencial de nuestra fe. Sin Cristo resucitado presente, actuante, reconocido y amado, la fe no es creíble ni tiene sentido. Y los sacramentos, tampoco tendrían valor alguno, pues sólo son reales y eficaces mediante la acción directa de Jesús vivo y presente en cada uno de ellos.
Los demonios también tienen fe teórica, mas no les sirve de nada, por que no aman. Creer, en el sentido bíblico y evangélico, es creer que Jesús vivo nos acompaña, y vivir en relación personal de amistad sincera con él, presente en nuestra vida, con todo lo que ella supone: el sufrimiento y alegría, el trabajo y el descanso, la gracia y el pecado. Ahí está para darnos el perdón, la fuerza contra el mal y la gracia de la resurrección.
Por tanto, lo esencial es abrirse a Cristo resucitado presente, y acogerlo en el Pan de la Palabra, en la Eucaristía; y en el amor al prójimo necesitado. Son los tres lugares privilegiados de su presencia resucitada y salvadora.

Cristo Jesús nos busca con más deseo a nosotros que nosotros a él: “Estoy a la puerta llamando; si alguien me abre, entraré y comeremos juntos” (Apoc 3, 20). “A quien me ame, lo amará mi Padre, vendremos a él y viviremos en  él (Jn 14, 21)”.
Ése es el camino real de la resurrección y de la gloria eterna, a la que aspiramos desde lo más profundo de nuestro ser. Jesús mismo nos indica ese camino: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).

La tarea primordial del cristiano consiste en cultivar y vivir la verdadera a fe en Cristo Jesús resucitado y presente. La fe bien cultivada crece, y no cultivada, se marchita como una  delicada planta.


ºoOoOoº
P.J.