IV Domingo de Pascua – C / 17-4-2016




Evangelio       Juan 10, 27-30

En aquel tiempo dijo Jesús: - Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más fuerte que todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa.

Jesús da a sus discípulos el apelativo de sus ovejas, sus verdaderos seguidores, que conocen, aman, escuchan y obedecen al Buen Pastor, y lo siguen, como las ovejas escuchan y obedecen a su pastor. Y a semejanza de las ovejas, están seguros de que el pastor los llevará por buenos caminos y a buenos pastos, así los verdaderos cristianos saben que Cristo los llevará por caminos seguros a las praderas eternas.
Jesús aclara qué significa ser ovejas suyas: escuchar su voz, ser conocidos y amados por El, y conocerlo con un conocimiento amoroso, y seguirlo como Pastor y Maestro, Camino, Verdad y Vida. "Ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado" (Jn 17, 3).
Seguir a Jesús es aceptar su forma de vida, sus sentimientos, sus criterios, su manera de ser, de pensar, de hacer, de sufrir y de amar. Es aceptarlo y acogerlo a él como Persona viva, presente, amabilísima, nuestro Salvador, Pastor, Camino, Verdad y Vida manteniendo con él una relación íntima, agradecida, asidua, gozosa.
Pero nosotros, abusando de la libertad - don suyo -, podemos abandonar a nuestro Buen Pastor y extraviarnos, con riesgo de perder la vida eterna y de arrastrar a otros, con el mal ejemplo, a la perdición eterna. ¡Qué tremenda responsabilidad!
El Buen Pastor ha querido la colaboración de otros “pastores”: el Papa, los obispos, los sacerdotes, misioneros, diáconos, catequistas, comunicadores, escritores, autoridades, profesores, padres de familia, gente de a pie… Las ovejas oirán y seguirán a los pastores cuya voz y conducta reflejen al Buen Pastor. Y así surgirán nuevos pastores que continúen con El su misión salvífica.
Sólo el Buen Pastor resucitado y presente, puede dar eficacia de salvación a nuestra vida y muerte, alegrías, sufrimientos, oración, palabras, acciones, como él asegura: “Yo soy la puerta de las ovejas; quien entra por mí, encontrará pastos; pero quien entra por otra parte (con otros intereses), es ladrón y bandido” (Jn 10, 1.9). ¡Gran desafío para la pastoral vocacional, hoy y siempre!
Por eso la primera tarea y compromiso primordial de los pastores consiste en estar unidos a Cristo, vivir en Cristo para engendrar a otros en Cristo para la vida eterna. En eso radica el éxito de la vida y misión de los pastores, pastoras y fieles. Hay que “oler a oveja” (Papa Francisco) y a la vez “ser buen olor de Cristo” (2Cor 2, 15).     
A cada uno de nosotros Dios nos ha asignado una “parcela de salvación”, para “pastorearla”, empezando por la propia familia, y colaborar con Cristo en su  misión salvadora, mediante la intimidad con Dios, la oración, el sufrimiento ofrecido, el testimonio, el amor fraterno, la palabra y la acción. Y que felices podamos orar:

“Te doy gracias, Pastor bueno, porque me llamas a compartir tu misión redentora. Te suplico que las ovejas que pusiste a mi cuidado, compartan conmigo tu gloria eterna”.

P. J. Alvarez ssp.